El primer piloto de PLUNA y su mejor amigo de cuatro patas, escrito por Marcelo Márquez.


Memorias de PLUNA comparte con sus lectores una historia llena de amor entre uno de los primeros pilotos de PLUNA, el Cte. Walter Noack, y su mejor amigo de cuatro patas. Escrita con gran dedicación por el Sr. Marcelo Márquez, a quien agradecemos enormemente por este valioso aporte al recuerdo de nuestra comunidad.

La publicación de esta historia no es más que un sentido homenaje para el Cte. alemán Walter Noack, primer piloto de PLUNA (junto con el Cte. Emilio Nudelman) que debió renunciar a la compañía a principios de 1939 tras una sorda campaña que se hizo en su contra juzgando su ‘moral sexual’, según relata Juan Maruri en “Historia de PLUNA”.


A continuación, disfruten de esta apasionante lectura…

Esta historia que les voy a contar, tal como me la relató un viejo piloto de los años treinta, es quizás la primera referencia al Beagle en el Uruguay. A veces puede parecer un poco leyenda, pero tenemos que recordar que en aquellos años heroicos de la aviación, los pilotos eran personas rodeadas de leyenda.

Retrocedamos entonces, hasta el año 1936, en un Uruguay muy distinto del actual, en donde parecía que no había límites para realizar las mismas cosas que se hacían en los países mas avanzados. Eran uruguayos, muchas veces con poca plata, pero con ganas y fe de hacer las cosas. Eran otros tiempos en que creíamos en nosotros mismos.

En ese año de 1936, había comenzado a operar la primera línea aérea comercial de nuestro país: PLUNA. Los elegantes y económicos aviones De Havilland, Churrinche y San Alberto, recorrían nuestros cielos, uniendo las capitales departamentales. Uno de los primeros pilotos de PLUNA, fue el alemán Walter Noack, que dominaba totalmente esos lentos aviones de madera y tela.

En sus charlas contaba de su vida pasada, como piloto en la primera guerra mundial en la famosa escuadrilla del Barón Rojo, después como piloto personal del Emperador de Etiopía, y cómo había salido de Alemania por no concordar con los nazis, después de su pasaje en la naciente Lufthansa.

Había un personaje infaltable en sus historias, su perro Puffi, un pequeño can, resultado quien sabe que entrevero de razas, pero de un amor y fidelidad enormes. Cuando Noack contaba que lo llevaba en su avión de combate, nosotros nos mirábamos desconfiados, más incrédulos todavía, cuando nos dijo que la primera condición que puso para ser piloto del emperador de Etiopía, fue poder llevar a Puffi en el avión. … Y como se reía contando lo cómico que era ver subir en el poderoso Dornier, a la aparatosa comitiva del emperador y de repente pasar corriendo entre los dignatarios al pequeño Puffi, para subir primero al avión. Pero, era muy triste, cuando contaba de la muerte de su perro y emocionaba ver a ese fuerte hombre soltar una o dos lágrimas, al recordar a su amigo.

En Salto, PLUNA tenía como representante a Devicenzi, que se había hecho escucha infaltable de los relatos de Noack, cuando éste se quedaba a dormir en la ciudad. Era un hombre al que le gustaban los perros y comprendía el cariño del piloto por Puffi. Conversando con Alberto Márquez, uno de los fundadores de Pluna, le dijo que había que hacer algo por ese buen hombre.

La solución vino de casualidad. En una de sus estadías en Salto, Alberto Márquez fue invitado junto con Devicenzi a almorzar en la estancia de un inglés, del cual no recuerdo el nombre. Llegando a la casa, salieron a recibirlos tres pequeños perros, de largas orejas y rabos que agitaban alegremente. El dueño de casa les explicó que eran Beagles, una raza muy querida en Inglaterra. Les habló también, que una de las perras había tenido cría, pero que por ser raza desconocida en Uruguay, le era muy difícil encontrar a alguien que los quisiera.

Creo que fue al mismo tiempo, que a Devicenzi y a Márquez se les ocurrió la idea. Se miraron, miraron al inglés y los dos juntos exclamaron «Yo tengo alguien que lo va a querer». Se volvieron a mirar, ya riéndose. El inglés no entendía nada y meneando la cabeza murmuró «estos criollos locos». Los llevó a ver a los cachorritos, eran encantadores. Con ese andar gracioso del Beagle, corrieron a mordisquearles los cordones de los zapatos.

Los primeros rayos del sol, se reflejaban sobre el rojo fuselaje del Churrinche. Noack, subía al mismo para revisar si estaba todo correcto para el vuelo. Se sentó en su cómoda poltrona de cuero y de repente siente que algo le da un tirón a los cordones de su bota, enseguida otro más firme. Noack salta de la poltrona, pensando que se trataba de alguna víbora o algo por el estilo. De abajo de su asiento ve salir a la «peligrosa fiera». Cuatro patitas blancas, largas orejas castañas y unos ojazos que lo miran con toda la dulzura del mundo. De ahí en adelante, Puppy, como se pasó a llamar la Beagle, lo acompañó siempre a todas partes. Subía al avión, «escondida» en el bolso del piloto, aunque todos sabían que iba ahí. El piloto muy serio, pasaba con su bolso frente a Alberto Márquez, y este no podía dejar de sonreírse, al ver ese veterano piloto de guerra, comportarse como un niño. Noack se sentía completo en su vida, era piloto como le encantaba, preparando otros pilotos y con un perro al que adoraba.

Pero, como todos sabemos, la felicidad provoca mucha envidia entre las personas de mente pequeña y ese estado de cosas no podía durar para el aviador. No faltaron en el círculo de su actuación en la aviación, los envidiosos o ambiciosos de su puesto, que comenzaron a lanzar rumores de la peor calaña y difíciles de desmentir por lo vagos. El alemán, ante esto cada vez se aislaba más, y solo junto a Puppy encontraba las fuerzas necesarias para seguir llevando su vida. La perra parecía comprender el momento que pasaba su amigo y había dejado de lado sus correrías, para estar junto a Noack todo el tiempo posible. La presión tremenda de las habladurías, llevó a este verdadero caballero del aire a renunciar a su puesto en PLUNA, al ver como era atacado su honor.

Cuando varios años después murió Noack en Buenos Aires, detrás del ataúd, casi desapercibida entre la gente, iba esa Beagle tan especial en la vida del piloto.

– Marcelo Márquez.


En honor al Cte. Walter Noack.
Cte. Walter Noack (al centro) con el co-fundador de PLUNA Sr. Jorge Márquez (a la derecha), frente al Churrinche (primera aeronave de PLUNA).
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