Los ‘héroes sin capa’ de la aviación civil nacional, por Memorias de PLUNA.

Siete décadas y media sin accidentes fatales en vuelos comerciales, un mérito que casi ninguna compañía aérea en el mundo puede ostentar. Un mérito que fue posible no sólo gracias a la pericia de decenas de pilotos bien instruidos, sino también al incansable trabajo de cientos de funcionarios que dedicaron sus mejores años al mantenimiento de la flota de PLUNA.

Desde el primer De Havilland DH.90 que con mucho esfuerzo los hermanos Márquez Vaeza lograron importar de Gran Bretaña hasta el último CRJ900, los estándares de mantenimiento y seguridad siempre fueron una prioridad. Un esfuerzo que en algunas tristes y contadas ocasiones le costó la vida a estos mismos mecánicos.

Cuenta Alberto Márquez Vaeza en sus memorias, con sumo dolor, aquel día en que encontró a un joven mecánico de PLUNA tendido en el piso, muerto tras ser alcanzado por las hélices de uno de los motores. Años más tarde, un vuelo de prueba posterior a tareas de mantenimiento en un Douglas DC-3 (CX-AGE) sentenciaría para siempre la vida de 10 funcionarios al estrellarse en pleno despegue.

Algo quedó de aquella PLUNA de 1936, que recibía a sus pasajeros con un folleto que explicaba porqué el avión volaba, los controles que se realizaban, los puntos que se sobrevolaban, con la simple finalidad de acabar con el miedo a volar tan arraigado en una sociedad que consideraba que volar era cosa de un pocos locos arriesgados.

Esa labor conjunta de continuos esfuerzos durante tres cuatros de siglo, de vidas que en ocasiones se esfumaron, hacían que el nombre “PLUNA” fuese un distintivo de calidad y seguridad para quienes supimos volarla.

– Relato escrito por Memorias de PLUNA, con referencias a pasajes de la obra “Memoria de Aeroplanos” de Don Alberto Márquez Vaeza.

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